June 28, 2018 500 AM
Se cree que ganará AMLO
CIUDAD DE MÉXICO – En 1910, la oposición pedía un cambio frente a los 30 años del “mismo de siempre”: Porfirio Díaz; las políticas económicas que parecían beneficiar a los que ya estaban en buenas posiciones económicas, dejando las migajas para los que no tenían nada; y las respuestas duras y opresivas a las protestas. Lo que vino después, cuando las elecciones de 1910 fueron canceladas, fue una revolución de 10 años y la aparición de un sistema político radicalmente diferente.
Aunque es poco probable que esa situación se repita, la expectativa y la preocupación son que los resultados de las elecciones presidenciales de 2018 aporten cambios importantes al sistema.
Las elecciones presidenciales tendrán lugar el domingo, 1 de julio. Este año, incluso los candidatos del establishment han tenido que venderse como agentes del cambio.
El PRI –que ha ocupado la presidencia durante los últimos 90 años, con la excepción de 12, incluso tuvo que encontrar a un candidato de fuera del partido: el economista José Antonio Meade. Asolado por un escándalo de corrupción durante el mandato del presidente Peña Nieto, Meade “ex Secretario de Hacienda en el gabinete de Peña Nieto” pasará grandes apuros para vender su partido como un agente de cambio y se enfrenta a la desventaja adicional de ser un candidato perfectamente decente e inteligente pero agónicamente apagado.
Según las encuestas, le respaldan alrededor del 20 por ciento del electorado, incluso con sus socios de coalición, los partidos Verde y Nueva Alianza. El número de escaños nacionales para cada partido se basa en el porcentaje del partido de los votos generales en las elecciones e, incluso sin ganar el cargo más alto, una carrera fuerte beneficia al partido. Se esperaba que una papeleta con una coalición formada por múltiples partidos otorgara una ventaja a Ricardo Anaya, candidato para el partido conservador PAN “el segundo partido más grande del país” y el PRD, el tercer partido principal con tendencias izquierdistas. Pero la estrella del PRD había sido Andrés Manuel López Obrador (conocido en todas partes como AMLO), que dejó el partido para fundar el “Movimiento Regeneración Nacional” (Morena), llevándose consigo a grandes facciones de lo que siempre había sido una coalición incómoda formada por grupos liberales e izquierdistas.
Lo que quedó del PRD, especialmente en el norte, donde es más débil, tuvo que alinearse con el PAN con la esperanza de, por lo menos, mantener una presencia en algunos estados.
Anaya también se presenta bajo el estandarte relativamente liberal del Movimiento Ciudadano. Como candidato “de izquierda-derecha”, Anaya se puede presentar como alguien que está por encima de las batallas ideológicas. Logró aislar a facciones importantes de su propio partido cuando se volvió contra Margarita Zavala, mujer del ex presidente Felipe Calderón, que esperaba ser la candidata de su partido.
El hecho de que se desplace desde la casa de su familia en Atlanta, Georgia, y que le están investigando tanto en España como en México por blanqueo de dinero (que él afirma es una sucia trampa orquestada por Enrique Peña Nieto, a quien Anaya promete encarcelar en caso de ser elegido) no le ha ayudado.
Cuando AMLO llamó a Anaya (Ricky-Riquín-Canallín), se quedó el epíteto.
Siguiendo el argumento de que Meade perderá pase lo que pase, Anaya está apelando a los votantes del PRI a respaldarle para impedir que gane AMLO, aunque las encuestas indican que, aunque todos los votantes a favor de Meade y de Anaya respaldaran a un único candidato, seguiría ganando AMLO.
AMLO se compara a menudo con el candidato insurgente de 1910, Francisco Madero, que no era tan exigente como para derrocar al sistema sino para reformarlo.
Aunque le ridiculizaron como “populista” durante su mandato como alcalde de Ciudad de México (que se convertirá en un estado este año, en lugar de un distrito federal como Washington, DC), las iniciativas de AMLO “como los estipendios para las personas de la tercera edad” fueron rápidamente adoptadas por sus adversarios. Solo perdió en 2006 por medio punto de porcentaje cuando se presentó a la presidencia (como candidato del PRD), en unas elecciones marcadas por la compra de votos y en las que él y muchos de sus defensores afirmaron que les robaron las elecciones. Las ruidosas protestas que duraron meses y que siguieron a las elecciones le costaron gran parte de su apoyo dentro de su propio partido y fomentaron la idea de que era un radical demagógico.
Su candidatura en 2012 (también para el PRD) se vio viciada por la compra abierta de votos, pero aceptó la pérdida y, tras un desvío por una serie de partidos más pequeños, acabó formando Morena. Aunque no aparecía en la papeleta, en 2018 Morena superó al PRD en su bastión de Ciudad de México y, tras las deserciones del PRD y del PAN y el PRI, ha emergido como un partido importante por derecho propio.
Aunque es retratado como un “izquierdista peligroso” (en 2006 hubo anuncios que le comparaban con Fidel Castro, Stalin y, confusamente, con Hitler), ha pasado gran parte de su campaña asegurando a los intereses empresariales que está buscando reforma a lo “New Deal” (él cita a Franklin Roosevelt en sus discursos) y que es “cristiano.” Morena tiene una coalición no solo con el partido de extrema izquierda, el Partido del Trabajo, sino también con el partido Encuentro Social, que apela abiertamente a los cristianos evangélicos conservadores.
Mientras que los seguidores de su propio partido tienden a ser típicamente liberales respecto a los temas sociales, el propio AMLO es conocido por ser algo puritano y, lo que es altamente inusual en la política mexicana, habla de su fe religiosa (no lo ha declarado, pero aparentemente es protestante, lo cual es aún más inusual).
Su gran idea es hacer una limpieza en la política y usar el dinero ahorrado al recortar los sueldos ridículamente altos de los funcionarios gubernamentales para proyectos de desarrollo y aumentar la educación. Eso y acabar con la “guerra contra las drogas” y las prácticas empresariales corruptas a través de una amnistía general, no a los peces gordos sino a los de poca monta.
“El Bronco,” Jaime Rodríguez Calderón (que no tiene ningún parentesco con el ex presidente), también aparece en la papeleta y según las encuestas solo obtiene el uno o el dos por ciento de los votos. Bronco, que se ha autofinanciado en gran parte, había sido el primer candidato independiente en recabar las firmas suficientes para aparecer en la papeleta, aunque ahora se enfrenta a multas por usar firmas fraudulentas en su solicitud para aparecer en la papeleta. Dando la impresión de ser una mezcla de Sam Bigotes y H. Ross Perot, su campaña ha sido vista en gran parte como una broma. La propuesta de Bronco para tratar con los políticos corruptos: ¡cortarles las manos! Su propuesta para trabajar con Donald Trump: ¡invitarle a una barbacoa!
Ganará AMLO. Queda por ver si acabará como Francisco Madero, que ganó unas elecciones especiales en 1911 solo para acabar asesinado dos años después por amenazar a los intereses petrolíferos estadounidenses y británicos; o si podrá canalizar el apoyo de los empresarios, los campesinos, los trabajadores y la iglesia católica en radicales cambios económicos como lo hizo otro héroe suyo, el presidente socialista de la década de 1930, Lázaro Cárdenas; o si impulsará firmemente reformas legales y administrativas tal y como hizo otro héroe suyo, Benito Juárez.
Nadie lo sabe, pero para la mayoría de los mexicanos, hay esperanza de que funcione la apuesta.
Richard Grabman, ex reportero para el Big Bend Sentinel y el Alpine Avalanche, es el autor de “God´s Gachupines and Gringos: A People´s History of Mexico.” Editor y escritor independiente, vive en al barrio Roma Sur de Ciudad de México, publican-do artículos sobre la historia, la política y la cultura mexicana en el blog mexfiles.net . Se puede establecer contacto con él en [email protected].
Traducción de MIRIAM HALPERN CARDONA