March 14, 2019 500 AM
Por ROSARIO SALGADO HALPERN
A estas alturas, muchos se han enterado del caso de Teresa Todd, fiscal del Condado de Jeff Davis y fiscal municipal de Marfa, y su encuentro con la ley el miércoles antepasado por la noche. Ayudó a tres inmigrantes no documentados de El Salvador que encontró al lado de la carretera mientras conducía hacia su casa en Fort Davis. Los inmigrantes, dos hermanos y su hermana, habían salido de su clandestinidad y buscaban ayuda ya que la hermana precisaba de atención médica.
Muchas noches frías y ventosas, me pregunto si tal vez hay pobres almas allí en la noche fría y oscura, hambrientas y buscando refugio. Mi imaginación sigue: ¿y si vinieran y llamasen a mi puerta, qué haría yo?
Inexorablemente, la respuesta siempre es sí, les dejaría entrar, les daría de comer y les cobijaría. Es lo humano. La Biblia dice, “Porque tuve hambre y me dio de comer; tuve sed, y me dio de beber; fui forastero, y me recibió; estaba desnudo, y me vistió; estaba enfermo, y me visitó; estaba en la cárcel, y vino a visitarme.”
A veces, es difícil mantener las leyes de Dios cuando se interponen las leyes de la sociedad.
En estos momentos vitriólicos y divisorios de nuestro país, la retórica de los inmigrantes y de las leyes inmigratorias se olvida del aspecto humano. Cada inmigrante es un congénere humano, un humano que probablemente viajó centenares, si no miles, de millas a través de muchos peligros y dificultades para llegar a una tierra donde, tal vez, pueda conseguir un empleo, un empleo que nosotros damos por hecho. Un empleo para ayudar a apoyar a su familia, tal vez a unos padres mayores y enfermos, tal vez a unos hermanos y hermanas, cónyuges, hijos.
La mayoría nunca alcanzarán esa meta.